Santo Domingo.- La expresidenta de la Academia Dominicana de la Historia (ADH), Mu-Kien Adriana Sang Ben, se retira de la entidad por aceptar como miembro al general retirado Ramiro Matos González.
Mediante una carta, la historiadora Sang Ben anunció su retiro como miembro de la entidad y de las actividades que realice la Academia, porque “no se siente cómoda, ni conforme con esa posición”.
En su misiva, cuestionó que una persona con una trayectoria personal cuestionada y con más de 90 años, fuera escogida por la Academia Dominicana de la Historia.
Lea aquí la carta íntegra de la historiadora Mukien Sang Ben:
Historiadora
Santo Domingo, República Dominicana
11 de marzo 2023
Junta Directiva
Academia Dominicana de la Historia
SUS MANOS
Estimados amigos y colegas:
Estuve esperando, desde el mes de diciembre 2022, la respuesta de la Junta Directiva a la misiva enviada por los hermanos Tavares Mirabal. Llegó casi tres meses después.
Sin pretender ser una excusa, no estuve presente en la Asamblea en la cual se eligió al General Ramiro Matos González como miembro correspondiente. En ese momento, me encontraba fuera del país. Cuando me enteré de su elección pensé dos cosas ¿por qué incluirlo ahora, cuando es una persona con una trayectoria personal cuestionada y por demás con más de 90 años?
Entiendo los argumentos legales esgrimidos en la correspondencia. Mi cuestionamiento va más allá de esas explicaciones. Afirman, utilizando el artículo 8 de los Estatutos, que para ser miembro correspondiente nacional es necesario que el candidato haya manifestado dedicación y competencia en los estudios históricos a través de obras y otras publicaciones académicas, que constituyan valiosos aportes al conocimiento de nuestro pasado.” Por supuesto, en ninguna parte de la carta se hace referencia, en lo absoluto, al tema ético y moral de los candidatos.
Entonces me surgen muchas preguntas ¿Cuál es la función de la historia? ¿Cuál es el deber de los historiadores? ¿Cuál debe ser el papel mismo de la Academia? ¿Debemos ser simplemente descriptores de la realidad, del pasado, sin asumir una posición crítica sobre los horrores cometidos?
Estoy, en definitiva, hablando de la necesidad de rescatar la ética y la moral, en una sociedad que la pisotea inmisericordemente. Sí, esta sociedad en la que habitamos, en la que “todo está bien” y nada es nada. Y, sobre todo, no pasa nada, absolutamente nada. ¿Saben por qué? Porque no hay sistema de consecuencias para los que abusan del poder, ni para los violadores de las leyes, ni para algunos seres utilizados por el Estado para cometer crímenes.
Fernando Savater en su libro “Ética como amor propio” señala que la ética es una toma de postura voluntaria que apuesta a la inmortalidad de la humanidad cuyo fruto más elaborado es el ser humano autónomo y responsable, capaz de reconocimiento y participación con sus iguales. Esto significa que en la ética todo es y debe ser humanista.
En la Grecia antigua, Sócrates afirmaba que el poder político debía ser utilizado para el bien común, el Timos, como él denominaba el ejercicio ético del poder. Platón, por su lado, desde lo más profundo de sus convicciones, fue crítico de la democracia y la tiranía, y abogó por un gobierno de los que saben. La estructura del Estado Occidental, dividido en poderes, fueron productos de las brillantes mentes de Locke, Rousseau y Montesquieu, que apostaron a la bondad humana y sugirieron formas de ejercer el poder desde esa perspectiva. La historia está plagada de ejemplos. Intelectuales que se han unido a movimientos revolucionarios para impulsarlos y darles coherencia, como fue el caso de Enmanuel Sieyès, uno de los grandes pensadores de la Revolución Francesa, a quien el nuevo poder político lo echó a un lado y lo envió al más cruel de los olvidos. O Arthur Koestler, que, por ser crítico con el poder de los bolchevique, el mismo que él ayudó a levantar, fue enviado a la cárcel y a la tortura.
Cuestiono y cuestionaré siempre el uso del conocimiento y del poder económico solo para el beneficio personal o de un pequeño grupo. Aquí asumo la posición de Max Weber, el gran intelectual alemán, quien afirmaba que la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad deberían guiar nuestro accionar cotidiano. La primera, la ética de la convicción, establece que el comportamiento público de un individuo, y ya no sólo el privado, debe ser consecuente a sus convicciones morales. La ética de la responsabilidad establece que el comportamiento debe ponderar las consecuencias de las acciones.
Libertad y responsabilidad son, necesariamente, dos caras de una misma moneda. Asumir la ética de la responsabilidad, es ser capaz de responder libremente a los factores y condicionamientos externos.
Al hablar de todo esto pienso en Azorín, el intelectual español nacido en las postrimerías del siglo XIX (1873 –1967). “El Político”, su obra más conocida, fue escrita en 1908 y es uno de sus grandes legados. Las verdades que aparecen en la obra tienen vigencia, más de 100 años después de haber salido a la luz. Como antes, la fuerza, y no la razón ni el amor a la humanidad, es lo que se ha impuesto al mundo. El honor continúa siendo un espejismo, quizás también una mentira, una gran mentira.
Creo que es tiempo ya de ASUMIR una postura distinta ante la vida. Tenemos el reto de ser portavoces de una Buena Nueva: ser ejemplo del contravalor actual del SER, de la ETICA como norma de vida, de la crítica constructiva contra aquellos que se burlan y nos acusan por abogar por la utopía y las ideas ilusas.
Abogo por una historia, y por supuesto, por historiadores, críticos, que cuestionen los hechos, que se hagan preguntas, que no se conformen con la simple descripción del pasado. Como bien dice el historiador Joaquín Prats Cuevas: «La Historia debe servir para comprender críticamente la propia identidad y poder contextualizarla en un mundo amplio»1
Más aún, la historia, y aquí parafraseo a Prats Cuevas, reflexiona sobre la sociedad, en tiempos pasados, es verdad, pero pretende enseñar cuáles claves están detrás de los procesos y los fenómenos históricos. Y lo que es más importante, la historia tiene un valor formativo intrínseco a la sociedad y a la ciudadanía.
La historia, dice Prats, como ejercicio de análisis de problemas, ayuda a comprender la complejidad de los acontecimientos de cualquier fenómeno social y político; y que cualquier problema o proceso histórico debe mostrar sus causas y sus consecuencias. Ahí radican, como afirma el historiador español, sus mejores posibilidades formativas. En tal sentido, con la posición que asumió la Junta Directiva, ¿qué le estamos enseñando a las nuevas generaciones? ¿Que lo importante de un historiador es simplemente rescatar la historia, y no el papel que jugó el personaje en esa misma historia?
Como maestra, me pregunto siempre, me atormento siempre ¿Qué decir a los jóvenes que se abren camino en sus vidas? ¿Qué exigir a los jóvenes si nosotros los adultos no somos capaces de dar el ejemplo? ¿Qué decirles a los jóvenes si nosotros los adultos no les enseñamos qué son los valores éticos?
Como ciudadana, como maestra, y, como historiadora, no puedo aceptar la posición de la Junta Directiva. La historia es mucho más que describir el pasado. Hay una razón ética que se está soslayando. Por esta razón, informo que a partir de este momento NO PARTICIPARÉ EN NINGUNA ACTIVIDAD QUE REALICE LA ACADEMIA. No me siento cómoda ni conforme con esa posición,
Saludos cordiales,
Mukien Adriana Sang Ben
Miembro de Número, Sillón R