Dimargo, quien de tenerlo todo en los 80, pasó a pedir una pensión para sobrevivir
Santo Domingo.- Entre las décadas de los 70 y los 80, el nombre de Diógenes Marino Gómez (Dimargo), era sinónimo de éxito, en especial dentro del mundo de los viajes y el turismo en República Dominicana, en momentos en los que el sector estaba lejos de ser la industria que es hoy.
Diógenes o Dimargo, como era conocido en casi todas las esferas, se convirtió en uno de los pioneros del sector, organizaba viajes de turismo hacia Venezuela, Cuba y otros países, y auspiciaba viajes de turistas extranjeros hacia la República Dominicana. Gracias a un contrato obtuvo el derecho de arrendamiento para el usufructo del histórico Hostal Nicolás de Ovando, que data de la etapa colonial, y hasta fue propietario de varios aviones.
El empresario no tuvo un camino fácil. Nació en Tenares, provincia Hermanas Mirabal, en 1935 y se mudó a Santo Domingo a los 14 años. En la década de 1950, consiguió un trabajo en la empresa Panamerican, familiarizándose con el sector de los viajes y el turismo.
Tras unos años de empleado, logró independizarse y, de a poco, avanzar hasta crear un conglomerado compuesto por más de una veintena de empresas. Creó la agencia de viajes Dimargo, nombre comercial correspondiente a sus nombres y apellidos. Su agencia se expandió por el territorio nacional, con oficinas en la ciudad capital, en Santiago, San Francisco de Macorís y otras ciudades. Su eslogan "viaje ahora, pague después" convirtió su agencia en un rotundo éxito, abriendo las puertas a los viajes pagados a plazos.
Emprendió una agresiva campaña publicitaria a través de los periódicos, la radio, la televisión y en la entonces fuerte industria de las salas de cine, además de los principales programas deportivos y de entretenimiento.
Diógenes Marino Gómez se convirtió en figura pública. Su empresa auspiciaba actividades deportivas y culturales, y su propietario era invitado habitual en las actividades sociales y del ámbito estatal. Su rostro se hizo conocido a través de las páginas sociales de los diarios.
En 1985 ganó la licitación para el arrendamiento del Hostal Nicolás de Ovando, cuando el Estado dominicano tenía interés en retomar el atractivo de la Ciudad Colonial de Santo Domingo para fines de turismo.
Otro arrendamiento obtenido por Dimargo correspondía al Teatro Agua y Luz, del Centro de los Héroes, inaugurado en 1955, para el cual tenía planes de relanzarlo y convertirlo en un escenario para presentaciones artísticas nacionales e internacionales, además de una tienda de artesanías y un bar restaurante.
Hablamos de un hombre que, debido a sus humildes orígenes, pudo ser visto como un modelo a seguir en cuanto a su ascenso, pero para otros, un ejemplo triste de cómo las fauces de la burocracia, la política y el sistema dominicano puede devorar hasta el cuerpo más grande, dejando solo residuos de lo que fue y legados olvidados.
Así terminó sus años Dimargo, quien de tenerlo todo en los 80, pasó a pedir una pensión para sobrevivir, 3 décadas después, subsistiendo de la caridad de amigos y conocidos.
¿Qué pasó?
La desgracia de Diógenes Marino Gómez (Dimargo) no estuvo ligada a las decisiones que, como empresario, debía adoptar en el día a día respecto a sus negocios y que podrían traducirse como un éxito rotundo o la ruina, dependiendo de lo arriesgado de la apuesta.
Su caída estrepitosa habría estado vinculada a la política, específicamente a las aspiraciones electorales del expresidente Joaquín Balaguer, quien buscaba retornar al poder para los comicios de 1986.
Según el escritor y periodista Santiago Estrella Veloz, el pujante empresario ligado al turismo lo perdió todo no solo por su negativa a apoyar económicamente la candidatura de Balaguer, sino por expresar su apoyo abiertamente al entonces líder del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), José Francisco Peña Gómez.
El presidente Joaquín Balaguer y el Partido Reformista regresaron al poder tras ocho años en la oposición, y los dirigentes balagueristas se la cobraron al popular Dimargo, no solo porque apoyó al doctor José Francisco Peña Gómez, sino porque se había negado a donar dinero para la campaña reformista.
Entonces se comentó en los círculos políticos que hubo dirigentes del oficialista PRSC que le "calentaron el oído" al presidente Balaguer indisponiédolo contra Dimargo. Aunque también se dijo que hubo reformistas que trataron de mediar a su favor, pero no tenían la influencia necesaria para lograr que el dinámico empresario de los viajes y el turismo no fuera acorralado.
Fue obvio que los esfuerzos de sus amigos reformistas fueron inútiles. A partir de ahí empezó el descenso en picada para Dimargo: le fueron revocados los permisos que su empresa había recibido para trabajar como tour operador. También se le despojó de manera arbitraria de todos los derechos de arrendamiento, además de los permisos para la organización de vuelos chárter.
La amarga persecución, según el relato de Estrella Veloz, obligó a Dimargo a prescindir de los servicios de las más de 2 mil personas que trabajaban en sus empresas, además de vender sus propiedades con la finalidad de cumplir con sus compromisos bancarios.
Así, este hombre que se forjó a sí mismo con duro trabajo, fue perdiéndolo todo, incluso hasta su vivienda.
30 años en litis
El 12 de marzo de 1987, apenas siete meses del retorno de Balaguer al poder, le fue rescindido el contrato de arrendamiento del Hostal Nicolás de Ovando, el último de los contratos entre Empresas Dimargo, S. A. y el Estado dominicano.
A partir de ese momento iniciaría una larga Litis por el arrendamiento del espacio, a raíz de la demanda realizada por la Corporación de Fomento a la Industria Hotelera y Desarrollo del Turismo (Corpohotels), a través de la cual se exigía la nulidad del arrendamiento. La petición fue acogida y se ordenó el desalojo del inmueble.
Las apelaciones, tanto de Dimargo y el Estado, fueron extendiéndose por más de tres décadas, al recibir sentencias que resultaran beneficiosas a uno u otro.
Los recursos que todavía conservaba, los fue invirtiendo en el pago de los honorarios de sus abogados, además de las necesidades habituales de su familia, más el pago de las compensaciones laborales a los empleados que fue despidiendo en la medida en que vio forzado a cerrar sus negocios.
Sin embargo, el otrora próspero empresario no lograría ver si sus esfuerzos rendirían frutos o no, pues de pasar de tenerlo todo, a pernoctar en el patio de una iglesia, murió en la indigencia, en junio del 2021, con graves problemas de salud, a los 86 años.
Su caso ha quedado para la historia de la ignominia en una sociedad en la que negarse a favorecer a políticos poderosos y ejercer el derecho democrático de apoyar otras opciones, puede significar la diferencia entre disfrutar del éxito alcanzado o la ruina definitiva